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“Ser poeta es una decisión romántica y salvaje”: Juan David Cáceres Pinzón

Por: Gabriela Santamaría Zuloaga

Estudiante de Comunicación Social y Periodismo

Poeta, docente, gestor cultural y librero. Juan David Cáceres Pinzón estudió Licenciatura en Lengua Castellana en la Universidad Surcolombiana. Poco a poco ha escalado sus sueños en la literatura y a más de un año de la publicación de El canto de la memoria, su primera obra, salen a flote los sentimientos que esconde el poemario.

En esta entrevista, el joven poeta Juan David Cáceres nos abre las puertas a su proceso creativo y nos permite explorar los sentimientos y experiencias que dieron forma a su primer poemario, El canto de la memoria. A través de sus versos, explora la nostalgia, la familia y los lugares que han marcado su vida, utilizando la poesía como medio para reflexionar sobre la memoria. Durante la charla, Cáceres nos cuenta cómo la escritura se convirtió en su refugio y cómo busca conectar con los lectores a partir de las experiencias universales, invitándonos a un viaje introspectivo lleno de recuerdos y emociones profundas en torno a la existencia.

El poeta comparte cómo estos versos fueron moldeados por una necesidad de entender el pasado, pero también por el deseo de que sus lectores puedan verse reflejados en sus palabras. Su obra busca resonar con aquellos que, como él, han sentido el paso del tiempo, la pérdida de seres queridos o el sentimiento de nostalgia por lugares que ya no existen como en un inicio los recordamos.

Cáceres considera que la poesía tiene la capacidad de conectar almas a través de experiencias comunes, y en El canto de la memoria intenta hacer ese ejercicio: establecer un puente entre lo personal y lo universal, entre el pasado y el presente, usando la fuerza de las emociones y los recuerdos que, aunque fragmentados, siguen vivos y perduran en la memoria.

Sentados en el Centro de Producción Audiovisual de la Universidad Surcolombiana, Juan David nos comenta sus experiencias como autor:

¿Cuánto tardó la creación de la obra y cómo llegó a su tema central?

Los poemas fueron escritos desde el 2015 hasta el 2021. Lo que la pandemia le permitió a muchas personas fue dedicarle tiempo a aquellas cosas para las cuales uno usualmente está ocupado. Durante el año de 2020, lo que hago es comenzar a organizar lo que había escrito durante todos esos años e identificar ciertos tópicos de los cuales yo hablaba de manera casi que repetitiva. Empecé a hacer un ejercicio un poco arquitectónico, a fusionar y a encontrarle sentido a lo que había escrito.

Yo hablo de la memoria y la memoria como escenario de vida y de experiencia. Y en ese sentido, creo que el poemario se sostiene, bueno, se logra sostener en algunos aspectos. Hablar de la memoria es hablar de los lugares, es hablar de la familia, hablar de la casa, de los momentos, de personas, de amigos y pues en esa medida también se organiza el sentido y los significados que quise materializar en el poemario.

¿Cómo vivió el proceso de escritura?

Yo soy egresado de Lengua Castellana, pero empecé a escribir un poco temprano. Desde el colegio, gracias a una profesora que un día cualquiera dejó de tarea hacer un poema, yo escribí un poema de amor. Allí empieza ese ejercicio de escritura de una forma un poco reflexiva. A veces suele interpretarse que el poeta va a hablar siempre de sí mismo, es decir, va a colocar su yo por encima de otras cosas. Y si bien en el poemario hay una voz poética que se habla desde el yo y que siempre está hablando de las cosas, de los lugares, de las personas, son esas cosas, esos lugares y esas personas las que constituyen también al yo. Entonces el proceso de creación también ha sido un proceso de reflexión en el que yo he asistido como lector en primer lugar y también como autor.

¿Qué factor incentivó a que este primer libro fuera un poemario?, ¿qué es eso que lo cautiva de la poesía?

Fue una decisión. O sea, digamos que irse por el lado de la poesía es una decisión y es una decisión un poco arriesgada. ¿Por qué?, porque los poetas cargamos con muchos lastres, o eso nos han hecho creer, y contra eso hay que luchar. Al poeta se le cree que es un ser que se lamenta todo el tiempo, un ser bastante llorón y precisamente pensando en esa idea es que yo digo: “quiero la poesía y no quiero hacer otro ejercicio», pero no para llorar y lamentarme de lo que me sucede, si no para elevar lo que para mí es poesía hacia las miradas de las gentes.

Aunque en el poemario yo hablé específicamente de la tristeza y la nostalgia, no es porque yo sea así, yo me considero un tipo feliz, con lapsos tristes, trágicos y románticos, como todo el mundo. El caso es que cuando hablamos de la memoria, también estamos hablando de escenarios nostálgicos, tristes o luminosos. Y esa fue mi apuesta, una apuesta arriesgada. Total, vinimos al mundo a ganar y a perder. Al mercado editorial y a la industria editorial no le importa la poesía. Al sistema educativo, al sistema económico, al sistema político no le importan los poetas, ¿o cuándo hemos dicho “hoy necesito un poeta para vivir?”: nunca. Entonces es una decisión romántica y salvaje.

¿Cómo fue su experiencia al publicar su primer libro?

En el 2019 empiezo a trabajar con una editorial colombiana que se llama Exilio, que es la editorial con la que fue publicado el poemario. En el 2020 el libro ya estaba preparado. Lo envío a varios concursos nacionales y en ninguno ganó. En esa medida sí se sintió mucha frustración al inicio por no haber conseguido un reconocimiento dado. Que ahora que lo pienso, qué mal pensaba en aquel entonces. Esa idea del reconocimiento, de llamar la atención es totalmente absurda porque en últimas lo importante y transformador para el creador, para el escritor o para el artista, es en suma lo que está haciendo la obra y lo que logra transmitir y transformar con ella.

¿Cómo fue el proceso de financiación del libro?

Para publicar el libro hice una estrategia de mecenazgo, buscando a amigos, personas conocidas y a quienes quisieran apoyarme. Estas personas ayudaron a la publicación del libro con compras adelantadas, con donaciones o con aportes voluntarios. De esa forma se subsidia más del 50% de la publicación del libro. En ese sentido, la publicación del libro fue un ejercicio autogestionario gracias a la amistad y al cariño; por ello, gratitud siempre.

Por otro lado, creo que publicar un libro es una gran responsabilidad. Como si fuese un hijo que uno pensó tener y que un día cualquiera materializó. Llegó el momento de verlo convertido en un objeto que la gente puede llevar, tener en su biblioteca o puede poner debajo de la lavadora, sí así lo quiere, o puede tener en lugares muy preciados. Claramente uno siente esa ansiedad que hay en todo proceso creativo, pero después de eso, ver la acogida de los lectores se siente mucha satisfacción y tranquilidad por el camino que decidí trazarme.

Yo no escribí ni publiqué el libro para cogerlo y venderlo aquí a cada uno de ustedes, pero mi intención es que la gente pueda leerlo y que la gente que lo lea pueda realmente darle un lugar o no darle un lugar, están en todo su derecho. Pero que la gente se acerque al libro por sí sola, no volverme un vendedor excesivo de mi libro porque aunque yo soy un librero, no soy un vendedor de mi libro, aquí para mí interviene un principio ético, ante todo soy librero pero también soy escritor, y en ocasiones ver cómo la gente se deja llamar la atención por mi libro sin yo mediar palabra es para mí uno de los momentos mágicos que pueda presenciar en la vida. 

Desde su proceso como docente, ¿cómo se incentiva a un estudiante para que se lance a esa experiencia de intentar escribir, de comenzar a leer y de encariñarse de este proceso?

Ser profesor requiere un compromiso con el amor y con la libertad. Si yo como profesor no voy a cultivar en mi estudiante la libertad de pensamiento, la libertad de prácticas y el amor a lo que hace, yo estoy perdiendo el tiempo. A mí no me sirve de nada ser un docente que va a un salón de clases a imponer mis ideas, a decir tienen que hacer esto así. No, no tiene ningún sentido ni pedagógico, ni vital, ni de enseñanza, ni de nada.

La literatura tiene que ver con crear sentidos, crear sentidos en el momento de uno pararse frente a un salón de 25 o 30 estudiantes que no quieren leer. Sí yo voy a pararme sin esa libertad de ser yo quien soy, sin esa libertad de demostrar ese amor que yo le tengo a los libros, a las historias y a la literatura, los estudiantes no le van a encontrar un sentido a mi clase.

Si hablamos propiamente de la designación de los jóvenes siempre hay una estigmatización sobre el otro. Hay quien desea y ama de manera distinta y siempre está estigmatizado, cosa que le ha hecho bastante daño a la sociedad y en este caso a la educación. Para uno poder cambiar esa convicción, uno debe tumbar todas esas ideas y tiene que tumbarlas bien. Y para eso, como en la literatura, como en la vida y como en el amor, hay que saber tomar decisiones.

¿Qué tipo de consejo le podría dar a los jóvenes, además del típico “leer mucho”?, ¿hay algún truco bajo la manga?

Yo les diría… Amen mucho, vivan mucho, beban mucho (aunque no tanto); duerman mucho, hagan el amor mucho también, ¿por qué?, porque en esas prácticas humanas están las experiencias. De nada nos va a servir que mi consejo sea decirle “lea mucho” si se va a convertir en una persona pedante, en un artista arrogante que en Colombia, en Neiva y la Universidad Surcolombiana, tenemos por montones. Son las experiencias de la vida las que nos permiten ser otros distintos, otros mejores, otros más humanos, sobre todo.

Juan Guillermo Soto Medina

Juan Guillermo Soto Medina

Comunicador social y periodista. Músico. Magíster en Literatura. Jefe de redacción del periódico Suregión.

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