El escritor huilense Isaías Peña Gutiérrez,  llevó a cabo en la sede de  la   biblioteca del Banco de la República en Neiva, el pasado 19 de Febrero, y ante un numeroso público de jóvenes de bachillerato, universitarios y ciudadanos neivanos, su conferencia “Visión, Nación y Universalidad de La Vorágine”, en la que recreó aspectos claves de la vida y obra de José Eustasio Rivera. Para conmemorar el centenario de la publicación por primera vez de su novela La Vorágine, la biblioteca que dirige  Martha Monsalve  anunció ese mismo día una variada programación cultural que abarcará todo el año 2024.  Suregión publica una bella crónica escrita por Adriana Lucía Reyes Sánchez, sobre los aspectos más sobresalientes de la conferencia de Peña Gutiérrez acerca de los viajes y peripecias del autor de La Vorágine.

Por: Adriana Lucía Reyes Sánchez, estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Usco

Me encontraba yo la mañana del 19 de febrero en dirección al Banco de la República de Neiva. Allí, a las 10 A.M., tendría lugar la conferencia “Visión, Nación y Universalidad de La Vorágine”, la cual sería el inicio de la programación académica del centenario de La Vorágine  de José Eustasio Rivera. Nos aproximábamos a los 30°, clima rutinario en la ciudad. Me bajé del bus, sentí como el sol tocaba mi rostro, entrecerré los ojos y caminé hacia la entrada. 

–Hola, voy para la conferencia de “La Vorágine” –, le dije al portero, pues no sabía en qué piso se realizaba.

 –Siga al segundo piso, con mi compañero puede dejar su bolso –, me respondió  y me indicó con su brazo que podía pasar. 

Debido a que en mi reloj daban las 10:05 am, por lo que iba 5 minutos tarde, mi prisa no me permitió siquiera identificar el donde debía dejar mi morral. Subí corriendo por las escaleras hasta el segundo piso y mientras buscaba con ímpetu la sala, encontré a una compañera de la universidad, María Camila Cuéllar, sentada afuera de la sala de la conferencia, en que no cabía un alma. 

–Qué pasó?, ¿dónde es? –, le pregunté a Camila mientras me tomaba el tiempo de sentarme y descansar.

–Ahí adentro, pero está súper lleno–, respondió con un gesto de decepción.  

Me acerqué al lugar y, en efecto, estaba atestado. Desanimada, volví a sentarme. Sin embargo, llegó un hombre de seguridad, quién nos informó que se iba a abrir otro salón donde se podría ingresar a escuchar la conferencia. Por lo que, ahí sí bajé al primer piso, saqué mi cuaderno para tomar apuntes, guardé mi bolso y volví a subir. Entré al sitio indicado, tomé una silla y me senté. La conferencia del maestro y escritor Isaías Peña Gutiérrez se transmitía en vivo a través de Internet. El evento cultural había empezado temprano y, como no podía ser de otra manera, los percances ocurridos provocaron que perdiera  minutos de valiosa información. Para colmo, el sonido de la transmisión dejaba mucho que desear. Logré escribir y capturar algunas fotografías, pero no pude comprender la exposición como hubiera querido.

Luego de unos 10 minutos, regresó el hombre de seguridad.

–¿Cómo está el sonido?, ¿bien?–.  Algunas personas respondimos negativamente. Así que el hombre agregó:

– Lo que pasa es que la sala de abajo ya está desocupada. Entonces, los que estén más lejos del televisor y no puedan escuchar bien, pueden ir y hacerse abajo.

Agarré mis cositas y me fui casi corriendo al primer piso. Al llegar, ubiqué la primera fila y allí tomé asiento. El contraste era evidente, claro, incluso pude ver mejor al maestro Isaías Peña y darme cuenta de que la conferencia se llevaba a cabo en vivo en el auditorio del cuarto piso. No obstante, al finalizar la exposición y recordar el espacio donde tenía lugar el evento, no dudé un segundo en subir. Al ingresar al auditorio principal del centro cultural, logré divisar al maestro Isaías Peña  y, sin temor, me aproximé. Le comenté la situación y mi dificultad para poder disfrutar la conferencia en un intento por saber dónde podría encontrar información acerca de lo dicho hace unos instantes. Él, generoso, me ofreció compartirme las presentaciones que había proyectado durante su conferencia. Con apuro, saqué mi libreta de notas y apunté el correo que el profesor me dictó. Le agradecí el gesto y, ¿cómo no?, le pedí una foto, que acompaña esta crónica.

Me tomé el atrevimiento de platicarle algunas cosas sobre mí, mi carrera y mis aspiraciones como lectora y escritora. Y entonces, luego de intercambiar un par de palabras, de nuevo le agradecí, me despedí y me retiré. 

Al otro día, escribí al correo comentando lo siguiente:

Hola, buenos días, mi nombre es Adriana Lucía Reyes, soy estudiante de séptimo semestre de Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Surcolombiana. Resulta que el día lunes 19 de febrero asistí a la conferencia sobre José Eustasio Rivera en el Banco de la República. Sin embargo, debido al sonido, el audio casi no se escuchaba bien, por lo que no logré comprender la vida del escritor. Por este motivo, me gustaría acceder a las diapositivas y lograr informarme más acerca de él. Muchísimas gracias”. 

Recibí respuesta del maestro Isaías Peña  unas horas después, quien me compartío por correo las diapositivas de la conferencia. De igual manera, con un profesor de la Universidad que también asistió al evento, conseguí un enlace a la grabación de la videoconferencia, con el objetivo de observar y de escuchar aquellos minutos que me perdí.

Como mencioné anteriormente, esta conferencia da inicio a la programación que el Banco de la República y, más específicamente, su Centro Cultural, tiene prevista para este año, teniendo en cuenta el centenario de “La Vorágine”, obra del Huilense, José Eustasio Rivera. La gerente del Centro Cultural, Marta Monsalve, explicó de manera breve la programación y, luego de unos minutos, presentó a quien sería el conferencista, el maestro Isaías Peña, quien estudió derecho en la Universidad Externado de Colombia y Literatura Hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo. Es profesor universitario, columnista y colaborador de diarios y revistas colombianas, y fundador de la Especialización en Creación Narrativa y del pregrado de Creación Literaria de la Universidad Central, en Bogotá. Además, dirigió el departamento de Humanidades y Letras de la Universidad Central durante el periodo 1997 – 2016, y orientó el Taller de Escritores de esa institución por más de dos décadas  y la revista “Hojas Universitarias”. Peña Gutiérrez cuenta con más de 13 publicaciones entre libros, compilaciones y ensayos. Y, por último, pero no por ello menos importante, es uno de los más grandes conocedores de la vida y obra de José Eustasio Rivera. Para mi desgracia, sólo pude dimensionar la calidad de académico que tenía enfrente días después de haberlo conocido. De saberlo antes, habría aprovechado la oportunidad para hacerle un sinfín de preguntas. 

Peña Gutiérrez inició su exposición refiriéndose al contexto del nacimiento de La Vorágine y su año de publicación por primera vez (1924). Asimismo, dijo que José Eustasio Rivera nació el 19 de febrero de 1888 ( el día de la charla se celebraba su natalicio), hijo de Eustacio Rivera y Catalina Salas. A la semana de haber nacido, Rivera fue  bautizado en la ciudad de Neiva. Encantado por la caída de las hojas, las piedras multicolores  y la tierra del patio, según su biógrafo Eduardo Neale-Silva, Rivera era un apasionado por la naturaleza. De niño, Rivera se sorprendía con los sonidos y colores del campo, se subía a los árboles a escuchar el canto de las cigarras y contemplar el paisaje. Rivera ingresó al colegio Santa Librada en Neiva y allí, debido a su comportamiento “poco ejemplar”, fue castigado y obligado varias veces a aprenderse de memoria versos largos de poetas españoles. Este fue el primer acercamiento del escritor con la poesía.  

Rivera ingresó a la Escuela Normal de Institutores en Bogotá, en el año 1906. Comenzó a surgir en él  un sentimiento por la justicia social, pues en el año 1909 lideró la protesta de los estudiantes normalistas en Bogotá durante el llamado “13 de marzo” contra el gobierno del general Reyes. El escritor se retira ese año de la Normal debido a cefaleas agudas y fiebres, enfermedad que lo acompañaría toda su vida. 

Rivera estudió  Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional en Bogotá entre los años 1912 y 1916. Poco antes de finalizar sus estudios, hizo su primer viaje por los llanos orientales a caballo. Regresó y escribió una carta de 12 páginas a sus compañeros de la Normal: Elías Quijano y Guillermo Arana, en la que relata su recorrido. Isaías Peña afirma que en esa misiva están los cimientos de La Vorágine, en el año 1916, ocho años antes de su publicación. El 22 de abril de 1922, en Sogamoso, Boyacá, José Eustasio Rivera comienza a dar vida a “La Vorágine”, escribiendo la primera parte. Y, para finales de abril del año 1924, específicamente el día 22, fecha exacta en que la comenzó a escribirla, Rivera culminó su obra más representativa, en Neiva. Murió cuatro años después en New York, el 1 de diciembre de 1928, como resultado de un acceso o de un derrame cerebral, aunque en su momento los médicos que lo atendieron no especificaron la causa precisa de su deceso.  

Después de escuchar la conferencia completa, pienso en mi paso por la escuela, lo que me enseñaron allí sobre el escritor huilense, y le digo a mi madre, quien se encontraba a mi lado:

–-Jamás me contaron todo esto sobre José Eustasio–-  Mi madre me mira y me dice que a ella tampoco.

Si bien mi escuela y, al parecer, la de mi madre, tuvieron la voluntad de presentar a sus alumnos la novela de Rivera, nunca se tomaron el tiempo de describir al detalle, tal cual lo hizo el maestro Isaías Peña, los aspectos más sobresalientes de la vida del autor de La Vorágine. Aquel que debería representar el mayor orgullo del departamento y cuya vida y obra tendrían que seguir en boca de todos. Afortudanmente, el Centro Cultural del Banco de la República, y otras instituciones culturales de la región y del país,  continuarán con su programación conmemorando el centenario de la publicación de La Vorágine.