Jorge Augusto Villamil Cordovez quiso contarle y cantarle al país cuáles eran los rasgos distintivos del Huila y su región, sentía la necesidad de contar cómo era el campo en el que había crecido y allí encontró el mejor rastro de su inspiración. Años después no sólo logró su anhelo sino que se convirtió en uno de los compositores más importantes en la historia del país.
Por: Luis Carlos Prohaños, periodista Suregión
Jorge Villamil supo, siendo joven y soñador, que quería contarle al país cómo eran las fiestas del lugar en el que había nacido, quiénes eran los personajes que hacían parte de esta manifestación cultural y describir cómo era el paisaje en el que soñaban los huilenses. Lo supo cuando llegó a Bogotá a estudiar medicina en la Universidad Javeriana, y se dio cuenta de que la música que sonaba en las radios tenía paisajes y parajes de otros lados, nunca de los suyos, y que la música huilense tenía poca presencia en la escena nacional. Se trataba de “un hombre inédito, un aspirante a médico, que refugiado en una bata blanca llevaba escondido el sentimiento de una tierra musical”, según Vicente Silva Vargas, autor del libro Las huellas de Villamil.
Era la época en la que sonaban las orquestas de Lucho Bermúdez y Pacho Galán por todos los rincones de Bogotá, también empezaban a aparecer los cantos de Rafael Escalona por las emisoras Nueva Granada y Nuevo Mundo. Eran tiempos en los que la música popular estaba aspirando nuevos aires, en los que se le estaba inyectando música propia a escritos hechos por los compositores.
Villamil tomó impulso después de que Garzón y Collazos instalaran una nueva brújula en la música que se hacía en el interior del país.
Un tiple viejo, el recuerdo de las fiestas del San Pedro y la vista del paisaje natural desde la hacienda El Cedral, le bastaron a Villamil para empezar una carrera vertiginosa y prodigiosa, abundante en mensajes culturales propios de la huilensidad. Escribía en hojas rayadas los signos musicales y las acomodaba a los golpes de cada ritmo que su padre le había enseñado.
Villamil fue un desconocido en la escena musical nacional hasta que, en 1959, la orquesta Los Sinontes del Sur ofreció una serenata en Manizales a la Miss Universo Luz Marina Zuluaga, en la cual interpretaron tres obras de la autoría del maestro huilense: El retorno de José dolores, Adiós al Huila y La Zanquirrucia. Este acto fue todo un éxito y la orquesta se fue ovacionada del escenario, por la calidad musical de su interpretación. Los integrantes de la orquesta viajaron a Neiva para contarle la experiencia a Villamil, y él, tan incrédulo y escéptico, no les creyó, hasta que meses después, en fechas de fiestas Sampedrinas, Emeterio y Felipe –los tolimenses- que habían presenciado el concierto, vinieron en su búsqueda para conversar sobre la posibilidad de grabar estas canciones; ellos habían quedado impresionados con “la belleza literaria y musical de esas composiciones», según cuenta Silva Vargas. La razón que daban Jorge Ezequiel Ramírez y Lizardo Díaz era que la música de Villamil tenía elementos novedosos y era necesaria debido a la falta de nuevos compositores. Allí mismo el compositor huilense dio el sí rotundo. Según Lizardo Dìaz “en 1959 encontramos como diamante en bruto a Jorge Villamil, convertido en un señor compositor que merecía ser promocionado y mostrado en toda Colombia”.
Así empezó una alianza musical qué, además de ser muy exitosa, entendió durante de más de 30 años la música como la mejor manera de exponer al Huila y el Tolima en un escenario inusitado, “y que empleó el canto para pintar a su gente de cuerpo entero, sin estereotipos, caricaturas humillantes o imitaciones grotestas”, como cuenta Silva Vargas en su libro Las huellas de Villamil.
Gracias al aporte de Villamil, Colombia conoció un ritmo auténtico del gran Tolima como la rajaleña y pudo gozar de sanjuaneros perfectos como El Huilense, Llegó el San Pedro y El detenido. Además, el maestro Villamil abarcó otros ritmos que fueron interpretados por los Tolimenses, como Espumas y Me llevarás en ti, con los que logró, además de reconocimientos y trofeos, mostrar a ese Huila que llevaba en su corazón.