Por: Dayana Valentina Quintero Bermeo
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo
Mi cultura musical es muy pobre. Solo escucho pop o, como yo le digo, “música Sad”. Aun así, decidí escribir esta reseña sobre una canción. Tal vez quiero salir de mi zona de confort al tocar temas de los cuales nunca participo; es entonces cuando, una vez más, reafirmo que soy lo suficientemente masoquista al quererme enfrentar en un terreno que casi desconozco. Palabras más, palabras menos, sigo fiel al lema de “tú puedes ser, lo que quieras ser” y hoy soy una reseñista musical.
No sé si soy la única persona que al terminar de escuchar la canción La Putana, del grupo colombiano La Batucada Guaricha, quedó en estado de shock. Fue el verdadero “déjame sin palabras”, o “¡Wow!”, o bueno, algo así.
Esta canción, con más de 65k de vistas en YouTube, deja fuertes y claros mensajes. Aunque a comparación de otros videos musicales de cantantes como el Ferxxo, Peso pluma o Arcángel, no ha logrado conseguir tantas visualizaciones, sigue perdurando a pesar del tiempo porque este tipo de canciones no solo nos llama la atención por su ritmo, sino también por su letra y por el mensaje tan fuerte que nos dejan.
Aquí me gustaría invitarlos a buscar la canción en YouTube La Putana y que la escucharan junto a mí. Sin más retrasos dale clic, y déjate llevar por el ritmo de los instrumentos. El video que demoraron 28 horas seguidas en grabar, según se evidencia en su cuenta oficial de Instagram, da nota de cómo Ana, el personaje protagónico de la canción, no se presenta como una víctima, ni como alguien de quien se deban compadecer. Por el contrario, desde el inicio de la canción se llama a sí misma como “la puta ama”, recordando a todos que a pesar de los prejuicios sociales que tiene su trabajo, ella está orgullosa del mismo. Por otro lado también nos recuerda, continuamente, el lugar de poder que tiene dentro de su casa.
Ana no es solo una trabajadora sexual. Es la representación simbólica de miles de mujeres, aun cuando sus roles laborales sean distintos. Sus historias crean un lazo entre ellas para luchar contra la explotación, la invisibilizacion y la lucha por el reconocimiento. Ana se convierte en un símbolo de empoderamiento y dignidad para todas las mujeres oprimidas, desde las artesanas hasta las obreras. A través de su voz, Ana reclama un espacio en la historia, “como soy puta, no tengo fotos en los libros y en la historia apenas tengo una página”, no como una víctima anónima y llena de estigmas impuestos por sociedad, sino como alguien con una vida llena de luchas y desafíos, una vida que merece ser contada y recordada de la misma manera que cualquier otra que sí tiene más de una página.
Ana critica las desigualdades sociales, laborales y económicas que han enfrentado las mujeres a lo largo de la historia, y no deja ningún cabo suelto, pues menciona hasta la Iglesia, la cual se presenta como una institución que promueve los valores y la equidad. Pero, ¿“cómo hay Papa y no Mama en la curia?», ¡qué contradicción!, ¿no? La iglesia, siendo una institución altamente patriarcal, ha limitado históricamente el acceso a la mujer en roles de liderazgo espiritual. Por ejemplo, las mujeres no pueden ser Sacerdotes, Obispos o Papas, lo cual refleja que la falta de equidad no se limita solo al ámbito laboral, sino que también se evidencia en las instituciones religiosas como la iglesia católica, las cuales continúan reforzando a la figura masculina como una autoridad suprema.
Lástima que nosotros como sociedad nos centramos y fijemos más en las acciones “mal vistas” que realizamos las mujeres a diario, y dejemos a un lado los problemas más significativos que debemos enfrentar, como lo es el machismo. A pesar de los aportes que han hecho en el mundo, el papel de la mujer sigue siendo irrelevante. Se demuestra en la canción donde las mujeres somos el impulso que han necesitado miles de hombres a la hora de reclamar sus derechos y aunque no muchos comparten el crédito, somos nosotras las que damos el primer paso, aun cuando “es mal visto” que una mujer proteste y alce su voz.
En definitiva, La Putana no es solo una canción, es un grito de poder y lucha que sacude cada fibra de tu cuerpo. Es imposible no sentir el peso de cada palabra pronunciada mientras nos dejamos llevar por su ritmo y nos enfrentamos a realidades que muchos han callado. La crítica a la iglesia, la desigualdad y la falta de reconcomiendo e identidad de la mujer. Ahora te pregunto a ti, querido lector: cuando la reproducción llegó al minuto 4:24, ¿también te dejó sin palabras?