Por: Luis Carlos Prohaños, periodista SuRegión
130 años después de su nacimiento, José Eustasio Rivera sigue ocupando el lugar de uno de los huilenses más importantes e influyentes en la historia del departamento. Su legado literario, su lucha política y su pensamiento agudo constituyen una obra importantísima que se ha afincado dentro de la cultura nacional como una de las más representativas.
La Vorágine y Tierra de Promisión, publicados en 1924, hicieron de Rivera un ser omnipresente, que va más allá de las representaciones terrenales, que ha abierto surcos en la memoria social local y regional, y que a su vez, se lee, se estudia y se menciona alrededor del mundo.
Se trata del huilense Universal, que con sus letras le contó al mundo y principalmente a la Colombia centralista y alejada-desinteresada de los asuntos del interior, los vejámenes que se cometían en las periferias de las márgenes regionales, donde la luz del estado no alcanzaba a irradiar, y donde la justicia se ejercía en forma de esclavitud y el dinero era la norma social.
Rivera y su literatura fueron un lugar de denuncia social histórica, y sobre todas las cosas, un legado que el tiempo ha sabido conservar gracias a la trasmisión sincrónica de su obra y la difusión que ha tenido, traspasando las fronteras de orden departamental y de orden internacional.
Estuvo comprometido con su territorio durante la mayoría de su vida y pudo, teniendo la maravillosa capacidad creativa, contar de una forma estéticamente novedosa un drama humano: la esclavitud indígena en la selva Amazónica Colombiana. Convirtió en un relato histórico y poético uno de los capítulos más aberrantes de la historia nacional. Y su obra reposa en el salón de la fama nacional de literatura, donde están las grandes obras escritas en el país a lo largo de su historia.
El escritor colombiano Antonio Caballero calificó a La Vorágine, en la revista Arcadia, como la gran novela de Colombia, porque “noventa años después, la Colombia que pinta sigue siendo igual. Solo ha cambiado la selva devoradora, que hoy es urbana porque hemos talado la otra”
Una forma distinta de literatura y de examen social
Rivera logró con su obra, además, recuperar una forma distinta de relatar y de escribir. Se desmarcó de los cánones tradicionales de la época, que languidecían en las formas tradicionalistas, de relatos costumbristas, para innovar con su forma de narrar la selva de forma trepidante.
Según Miguel Darío Polanía, poeta huilense, la obra de Rivera se puede considerar como “una genial ocurrencia por la que transitan únicamente los auténticos escritores, los que fundan mundo a través del lenguaje”
Un personaje que se convirtió en libro y, también un libro que develó todos los rasgos de un escritor enigmático, anti-modélico que no quiso pertenecer a ese mundo pretencioso, y muchas veces difícil, de la literatura.
Rivera fue y ha sido ruptura: ruptura social, literaria e histórica nacional. También ha sido una forma de reconocimiento de un país selvático, silvestre, que históricamente no ha podido explorarse en el espejo ni aceptar su condición y naturaleza geográfica.
Rivera actualmente es uno de los dispositivo culturales más importantes en la historia regional del país. A pesar de su poca lectura y de no ser profeta en su tierra, ha sido estudiado minuciosamente internacionalmente: por la legitimidad de su historia, por la belleza poética de su prosa y por la capacidad literaria para fajar en 226 páginas, justamente divididas, la vida oscura de un grupo humano en un mundo inexplorado.
Jorge Carrión, crítico literario del New York Times en Español, escribió que «un autor es incapaz de controlar la recepción de su obra». Por eso, hoy, Rivera es aclamado y conocido en el mundo con una singularidad impropia y lejana del reconocimiento local.
Con justicia poética, se le puede considerar como el Huilense Universal.