En Timaná, don Antonio Figueroa, un hombre admirado por su carisma y entusiasmo, le apostó al trabajo que le daría sus medios de sustento : ser cochero. Hoy en día se siente afortunado por todo lo que logró gracias a una carreta y un caballo, desempeñándose como cochero por las calles de este municipio.

Por: Karla Gómez y Kerly Rojas, periodistas de Suregión

“El cabo”, un hombre de 77 años que logró darle sustento económico a su familia durante 48 años, gracias a su oficio que lo llevó a ser reconocido como el primer cochero en Timaná Huila. El 20 mayo de 1946 nació Miguel Antonio Figueroa, en el municipio de Timaná, departamento del Huila. Durante su ya dilatada trayectoria se ha caracterizado por ser un hombre honesto, dedicado a su trabajo y amoroso con su familia.

Don Antonio Figueroa

A los 8 años de edad, Don Antonio comenzó a trabajar en diversos oficios, debido a las distintas circunstancias por las que pasa su familia. Desde muy pequeño, este niño fue adoptado por la familia Trujillo, personas residentes de el municipio de Timaná.

A Don Antonio no le gusta recordar su infancia porque nunca supo si tuvo hermanos, ni tampoco qué pasó con sus padres biológicos. Sin embargo, rodeado por la familia Trujillo que desde muy pequeño le brindaron amor y cuidados, considera a los cuatro hijos de aquellos padres adoptivos como los hermanos que nunca tuvo.

Sus labores siempre fueron dedicadas al campo, trabajaba recolectando café y otros oficios propios de las fincas. Don Antonio terminó de crecer en la verdad Tobo, de Timaná, y fue allí donde conoció a la que hoy en día es su esposa, la señora Rosa María Ome, con la cual tuvieron 9 hijos, de los cuales infortunadamente dos fallecieron.

Don Antonio y su mujer fueron mayordomos en una finca de Tobo por muchos años, y un día decidieron regresar al pueblo a empezar otra vida. A los 25 años de edad Don Antonio, más conocido como el “Cabo”, llegó a Timaná con la gran responsabilidad de conseguir un trabajo para ofrecerle sustento y bienestar a su mujer y a sus hijos.

Don Antonio Figueroa con su esposa y otros parientes cercanos

Una de sus comadres, quien lo admiraba por sus valiosas cualidades y formas de enfrentar la vida, le propuso que trabajara como cochero, ya que en Timaná ese servicio no se prestaba. En medio de la angustia por las necesidades que se presentaban, Don Antonio le dijo que no tenía cómo comprar una carreta, menos un caballo. Al ver que debía pagar arriendo por la vivienda donde estaban instalados, así como solventar los gastos para la comida y el estudio de sus hijos, don Antonio decidió asumir la deuda más cara de su vida. La misma comadre lo motivó para que sacara a crédito un caballo de 1.500 pesos y empezara a trabajar. Afortunadamente, en ese entonces se contaba con buena demanda para el oficio de cochero en Timaná, y cada servicio se pagaba a 20 pesos de la época. Así Don Antonio pudo ir pagando la deuda, que se le había hecho más grande.

Don Antonio y su esposa Rosa María

El entusiasmo y su lucha por salir adelante era contagiosa en este municipio, tanto así que le brindaron una casa a Don Antonio para que la pagara a cuotas y se pudiera estabilizar con su familia.

En este orden de ideas, Don Antonio se encariñó con el trabajo que le permitió resurgir y decidió emprender la escuela de cocheros de la localidad, ayudando a que más personas se vincularan en este oficio que para él es tan significativo.

«Gracias a esto, de mis hijos el que quizo estudiar, estudió, dice Don Antonio», y además pagó sus deudas y respondió por sus hijos hasta el día que ellos decidieron independizarse y buscar sus propios medios de sustento. Hace 4 años, después de 48 años de infatigable labor, a Don Antonio le tocó abandonar su trabajo de cochero, debido a una enfermedad, y dedicarse a descansar.

Hoy en día, se pasea con sus hijos y su esposa, disfrutando de ellos y de las anécdotas que cosechó a lo largo de casi cincuenta años de labor como cochero, que lo llevaron a ser querido y respetado por los habitantes del Municipio de Timaná.