A los 88 años falleció el pasado 15 de mayo el afamado periodista y escritor estadounidense Tom Wolfe, autor de una antología de textos de periodismo narrativo titulada «El nuevo periodismo», con la cual acuñó este término para referirse a los modos de hacer periodismo que surgieron en los EE.UU en las décadas de los sesenta y setenta del siglo anterior. Wolfe publicó numerosos artículos, libros de reportajes y algunas novelas.
Por: Luis Carlos Prohaños, periodista SuRegión
El escritor estadounidense, crítico social y examinador de costumbres, Tom Wolfe, devino en Periodista, llevando a cabo las veces de una misión de rescate y renovación, para inyectarle una dosis de vitalidad y sellos estéticos a la escritura en una profesión que carecía de variantes descriptivas y aburría a los lectores en sus declaraciones planas y comunes.
Wolfe, en la medida de sus grandes ocurrencias, se convirtió en una de las personalidades sobresalientes de lo que el bautizó como Nuevo Periodismo, junto a Gay Talese, Jimmy Breslin, Hunter Thompson, Joan Didion, Truman Capote, entre otros.
Se trató de una época de revitalización de las formas de escritura en el periodismo. De traer las fórmulas narrativas, estéticamente bien trabajadas, del cuento y de la novela a la labor de contar historias verdaderas. Wolfe estaba convencido de que, con el paso de los años, la novela quedaría relegada y ahí el periodismo tomaría ese lugar por sus características propias: cotidianidad, difusión y capacidad de divulgación.
El legado de Wolfe en el periodismo actual, mundialmente, según Amanda Mars, es que “cultivó unos textos preciosistas en las descripciones, que desarrollaban los personajes y jugaban con el punto de vista. Importó, en definitiva, las técnicas de la literatura de ficción a la crónica de los hechos”.
Byron Dobell, editor del periódico The Independent, definió así el estilo que legó el escritor estadounidense a la escritura periodística: “Wolfe está lleno de hipérboles; es brillante; es divertido, y tiene un oído maravilloso para expresar cómo se ven y se sienten las personas. Tiene ese don de fluidez que se derrama en su escritura de la misma forma que pasaba con Honore de Balzac”.
Algunos le llamaron Periodismo Literario, otros le llamaron Nuevo Periodismo.
“Intento construir el texto escena a escena, como en una novela; usar la mayor cantidad de diálogo posible, concentrarme en los detalles para definir a los personajes y adoptar un punto de vista para relatar la historia”, detalló el mismo Wolfe alguna vez, sobre su forma de trabajo para escribir.
Wolfe y lo que era el periodismo. de Periodico Suregion
La obra de Wolfe, mirada en retrospectiva, fue un bálsamo para aliviar y atenuar un poco la crisis de credibilidad que ha sufrido, progresivamente, el periodismo en los últimos tiempos. Refrescó los periódicos y las revistas norteamericanas con retratos finos, ampliamente descritos, con una precisión de arquero. Y le agregó una dosis necesaria de crítica social: una sátira creativamente elaborada que vio su máximo punto de esplendor en su libro La hoguera de las vanidades.
También aborreció la primera persona en el relato periodístico. Cada vez que podía expresarlo, lo hacía con mucho énfasis. “A menos que seas una parte de la trama, creo que es un error escribir en primera persona”, dijo en una entrevista en 2016.
Wolfe y compañía lograron ampliar el espectro de la crónica y el panorama del reportaje. Se develaron técnicas novedosas para hacer la reportería, se descubrieron aspectos del seguimiento de los hechos y los personajes que se pretendían narrar que le dieran un movimiento y fluidez constante a la narración.
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Para algunos analistas, el Nuevo Periodismo que Wolfe antologizó llegó a tierras latinoamericanas en los tiempos de la década de los 70. Y aquí tuvo una recepción notable que le dio continuidad, que lo amoldó y acomodó a su contexto y contribuyó a la promoción de un periodismo mejor hecho, más trabajado y con una frescura revitalizante, que vio su mejor versión en Tomás Eloy Martínez, Alma Guillermoprieto, Martín Caparrós y Juan Villoro, entre otros. El momento cúspide de este recorrido latinoamericano lo constituyó la creación de una fundación que fungiera como promotora de estas prácticas: la FNPI, creada por García Márquez y continuada por sus discípulos. Sin embargo, hay autores que no comparten la anterior aseveración. Para ellos, la publicación de obras como «Operación Masacre» de Rodolfo Walsh en 1957, y «Relato de un náufrago» de Gabriel García Márquez en 1955, entre otros textos y autores, son la prueba palmaria de que el periodismo narrativo tuvo excelentes cultores en América Latina antes que Truman Capote publicara su célebre «A Sangre Fría» y que Tom Wolfe publicara su libro antológico sobre el llamado Nuevo Periodismo basado en autores estadounidenses.
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Wolfe también disipó las dudas futuristas. Advirtió, vaticinó que Internet no sería el fin del Periodismo. También tuvo tiempo, en su ácido estilo, para criticar fuertemente la influencia de internet en el periodismo, pues según el es sinónimo de risas y brevedad, incompatibles con su concepción del relato.
A Wolfe nunca le gustó la etiqueta de Nuevo Periodismo. “Todo movimiento, grupo, partido, programa, filosofía o teoría que pretenda ser «Nuevo» no hace más que pedir guerra”, dijo alguna vez.
No obstante, Wolfe abrió una ventana para que entrara la luz. Además, instaló una luz de repuesto para que el lugar no se viera afectado por la oscuridad de la noche.