Cada rincón que comprende el departamento del Huila esconde historias por contar, que están guardadas en lo más recóndito de sus habitantes, y es a esos rincones en los que la magia fluye que Suregión quiere llegar, para toparse con personajes como don Álvaro Avilés Fierro en el municipio de Baraya, todo un reconocido campeón de Tejo o Turmequé y un luchador por la vida
Por: Cristian Williams, periodista de Suregión
El pasado lunes 21 de agosto del año en curso, el primero de nosotros – integrantes del equipo periodístico de Suregión– estuvo en el punto de encuentro: la sede central Universidad Surcolombiana en Neiva, a eso de las ocho y cuarenta de la mañana, mientras que el último en llegar lo hizo a eso de las nueve y quince con el transporte y el conductor del mismo, don Álvaro Junior o ‘Cheo’ -como prefiere que lo llamen; uno de los hijos de don Álvaro Avilés Fierro, nuestro protagonista. Mientras don ‘Cheo’ conducía el equipo de Suregión articulaba ideas e conjeturas alrededor de lo que se encontraría en Baraya, no sin antes apreciar todo lo que a nuestros ojos pasaba por las vías del norte del Departamento.
El reloj marcaba un poco más de las diez de la mañana y parecía seguir el ritmo vertiginoso de todos los temas que se tocaron, sin dejar de lado la importancia del tejo para la idiosincrasia de nuestro país. «En mi papá encontrarán a un ser humilde, entregado a su comunidad”, nos afirmó «Cheo», a la vez que paramos en una estación de gasolina para estirarnos e hidratarnos. La vía Neiva-Tello-Baraya, a pesar de los 43 kilómetros y de su deterioro en algunos puntos, se hacía más espléndida cada vez que nos acercábamos al objetivo. No importaron baches, en especial porque ya sentíamos que la lluvia se asomaba y porque sus habitantes con sorpresa detallaban cada trasegar del vehículo que nos transportaba. “¡Don Cheo!”, gritaban algunos a la vez que más nos acercábamos. Un anuncio publicitario, la iglesia, el parque, y los vendedores ambulantes de la zona, nos confirmaron nuestra llegada al municipio de Baraya.


Baraya o Santa María De La Nutria, como la fundó Mariano Tadeo de Reyes en 1814, fue jurisdicción de Villavieja hasta 1885; su economía, como en la mayor parte del territorio huilense, está basada en la agricultura y la ganadería, pero su cultura se cimenta en el humanismo y la hospitalidad, tal como nos lo demostró don ‘Cheo,’ quien junto a su familia no reparó en atenciones tras nuestra llegada. Recorrimos ‘de pe a pa’ el territorio del casco urbano de Baraya , pero nos faltaba algo, casi que nos urgía llegar a casa de una leyenda, de un campeón del tejo o turmequé.
Se trataba de la morada de don Álvaro Avilés, un personaje que, aunque taciturno, nos transmite una lección de vida: jamás hay que darse por vencido cuando se trata de vivir.
Al entrar a la casa de don Álvaro, empezamos a interactuar con tal audacia y velocidad que hasta el perro que se encontraba alimentándose nos recibió como si fuéramos del sector. Lo segundo que vimos tras el perro fueron las medallas y trofeos que dan fe del bagaje apasionado de don Álvaro con el deporte del tejo. Al saludar a don Álvaro pudimos notar que se trata de un personaje muy relevante de la representación deportiva en el Huila.
Álvaro Avilés Fierro, de cincuenta y nueve años de edad, hijo de la misteriosa Baraya, se identificó como una persona humilde, luchador a lado de sus padres; un hombre que demostró no temerle a todos los oficios en los que se ha desempeñado. Ha sido vendedor de escobas, comerciante de leña, e incluso vendedor de empanadas que hacia junto con su madre; además de su formación humana, recibió educación en la Institución Educativa Rómulo Borrero Durán, llena de historias y memorias de la vida local, pero con instalaciones en deterioro y abandonadas.

El equipo periodístico de Suregión seguía de cerca el relato sereno que hacía don Álvaro de su vida. Mayor fue el impacto al hacernos saber pormenores de su dramática historia de vida, como la vez que se quemó una pierna con gasolina durante sus labores culinarias que asumía obligado por las circunstancias, pero con la mejor de las actitudes. Ese suceso le costó seis meses de hospitalización y un cese obligado en sus estudios y sus deberes familiares. Cada vez que pronunciaba palabra, don Álvaro dejaba ver en su rostro la añoranza de esas épocas en las que se apasionó por la práctica del Tejo, deporte que nació de las entrañas de un territorio galante y acogedor, Turmequé, a 45km del municipio de Tunja, la capital del departamento de Boyacá.
Luego de que nos aportara su visión sobre el deporte competitivo, los jóvenes, las instituciones y la vida, terminamos de escuchar a don Álvaro Fierro, quien potenció sus destrezas deportivas y fue más allá, consiguió el aprecio de la gente de la mano del Creador y de la devoción suya por el mismo. Pero no culminó todo en ello, pudimos interactuar con las personas más cercanas a don Álvaro, quienes creen en sus acciones sociales y políticas; compartimos su mesa, sus alimentos, pudimos saber más de Baraya e interesarnos por su territorio. Cerca de la una y treinta de la tarde abordamos el vehículo de don ‘Cheo’, quien muy amablemente nos transportó de regreso a Neiva, no sin antes invitarnos a explorar y hacer registro de Baraya, por la que ha luchado junto a su padre, quien le supo dar un ejemplo al superar el devorador cáncer que le apagaba de a poco la vida.

Dejamos atrás, con la promesa de volver, al municipio de Baraya, la cual, parafraseando la canción de Garzón y Collazos, es un pueblito de casas pequeñitas, por cuyas calles tranquilas transcurrió la juventud de don Álvaro Fierro.
El arribo a Neiva lo hicimos alrededor de las tres de la tarde y fue bastante tranquilo, aún más con el sentimiento del deber cumplido ante el hijo de Baraya que se convirtió en leyenda.
Fotografías por: Manuel Valderrama y Carolina Díaz, periodistas Suregión
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