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Navegando entre literatura y periodismo: un encuentro con la vocación

En medio del caótico periodo que suele ser la adolescencia, siempre nos encontramos con sentimientos que no entendemos, pensamientos diferentes, decisiones que tomar y  mundos por descubrir. Este relato nos sumerge entre algunas narrativas que nos llevan a navegar en el viaje personal de Mariana Galindo, una joven estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Usco que, después de pasar brumas de dudas y colinas de incertidumbre, descubrió que su vocación estaba anidada entre la literatura y las intrigas del periodismo. Esta travesía nos demuestra como situaciones inesperadas pueden revelar pasiones ocultas y desencadenar epifanías que pueden reescribir por completo el destino de una persona.

Por Mariana Galindo, estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Usco.

Recuerdo el año 2022, había comprado un solo pin para la inscripción a la universidad, aún no estaba segura de a qué programa me iba a inscribir, pues era noviembre y yo seguía sin conocer mi vocación. La hermana de un amigo, que estaba estudiando comunicación social y periodismo en la Unversidad Surcolombiana, nos guio en un pequeño recorrido por la universidad esa mañana para que no estuviésemos tan perdidos cuando entráramos. Todo fue agradable, nunca había estado allí, así que cada emoción que experimenté fue genuina, lo cierto es que no lograba imaginarme estudiando los siguientes años allí, me parecía irreal pensar que sería una universitaria. Sin embargo, ya al irnos me encontré con un letrero que fue el desencadenante de lo que voy a narrarles. Pero no era uno cualquiera: de una de las paredes del antiguo bloque de educación colgaba un gran letrero que decía Licenciatura en Lengua Castellana y Literatura. ¿Cómo era posible? ¿acaso podía estudiar literatura? no sabía que eso existía, no sabía que podía estudiar lengua y literatura, no sabía ni siquiera cuanto amaba el mundo de la escritura sino hasta que vi ese gran letrero. Fue un momento de iluminación. Me sentí como en aquellos días de primero de bachillerato cuando leí por primera vez “El camino de Sherlock” de Andrea Ferrari y descubrí cuanto amaba leer sobre odiseas policiales.  Ver aquel letrero me hizo entender que, si había algo a lo que quería dedicarme, sí o sí tenia que tener ‘letras’, porque ellas eran mi vocación.

Salimos de la U y fue inevitable arrastrar a mi amigo para que fuera mi compañía en la encrucijada que estaba por resolver. Me dirigía al colegio de donde me gradué, en busca de aquella persona que me hizo odiar cada aspecto de la institución cuando ingresé, su actitud devota a los principios adventistas me hostigó desde el inicio, y jamás creí llegar a compaginar con ella. Pero, también fue ella la que después me enseñó a amar el colegio, fue la que impulsó ese amor por las letras, quien, con cada uno de los trabajos, que para mis compañeros eran estresantes e innecesarios, me motivaba a escribir más.

Al encontrar a esa maestra, mi maestra, solo me dejé caer, y descargué, en medio de un llanto lleno de desasosiego, todas mis dudas e incertidumbres. Ella me calmó, me aconsejó y me recordó que lo que sea que fuera Dios estaría conmigo. Regresé a mi casa con una decisión que tomar. Me metí a la página de la USCO para inscribirme en la lista de aspirantes para el programa de Comunicación Social y Periodismo, porque efectivamente, lo mío no eran solo letras, era investigación, era información escrita, pero permeada de la literatura que me había cautivado. Algo un poco curioso y sorprendente, pues la hermana de mi amigo, la cual nos había dado el recorrido, fue la primera en hacerme desistir de esa idea hacía mucho tiempo, tristemente ella no encontró la misma pasión que yo en los caminos de la comunicación 

Por esta razón, no podría decir que los textos de Juan José Hoyos y Leila Guerreiro que he leído recientemente cambian mi percepción personal sobre lo que es el periodismo narrativo; sin embargo, sí la amplían. Al leer Escribiendo Historias. El arte y el oficio de narrar en el periodismo,  en conjunto con Zona de obras, entendí que siempre amé el periodismo narrativo, entendí que ingresé a la carrera porque la literatura en esta narrativa me había cautivado sin saberlo. Los textos de Hoyos y Guerreiro esclarecieron el porqué de mi decisión. Me explicaron qué era lo que me apasionaba y me enseñaron qué caracteriza un buen texto de periodismo narrativo, pero, sobre todo, a un buen periodista. 

Juan José Hoyos, periodista y novelista antioqueño.

El talento de un periodista, según dice Leila Guerriero en su libro Zona de Obras, es el hallar la mejor manera de contar la historia. No solo es lo que se dice, sino cómo se dice. Por algo Scheherezade pudo sobrevivir mil y una noches, porque supo mantener a su audiencia (el sultán Shahryar)  enganchado, interesado y atento a su narración, lo cual la salvó de morir cada amanecer. Aprendí que el periodista narrativo es el arquitecto de la prosa, que siempre tiene algo para decir, pero, asimismo, siempre se le exige pensar por sí mismo. El periodismo induce a crear y ayudar al hombre en su vida de eterno combate.

El buen periodista cumple mil funciones en sociedad: así como es intermediario o mediador, es vigilante, narrador, actor, crítico, pero, sobre todo, es una persona veraz. Y, en realidad, cada una de estas características representa un reto para mí. Después de recolectar la información, que de por sí ya es difícil debido a que es preciso encontrar fuentes y verificarlas, saber qué sirve y qué no; también se deben seleccionar y organizar todos los datos para luego plasmarlos de una manera que mantenga el interés del lector lector, que lo enganche. Hacer una historia con vida propia, no una lista de mercado o un inventario de bodega, pero con los datos obtenidos. El verdadero desafío, como enfatiza Guerriero, es saber cómo narrar.

 Al iniciar a leer el texto de Juan José Hoyos algo resurgió en mí y fue tomando forma cuando pasé por Leila Guerreiro. Recuerdo que era una soleada mañana, con certeza no sé decir si era martes o miércoles, solo sé que yo estaba estrenando la ruta de bus que ahora pasaba por mi casa. Esa mañana, calculando el largo trayecto que me esperaba, decidí iniciar a leer la obra de Juan José Hoyos. Si, yo sé, no hay que leer con el automóvil en movimiento, pero yo pretendía leer en los semáforos o cada que se detuviera. Para ser franca, fue imposible. Desde que leí el primer párrafo del reportaje de Oriana Fallaci que se reproduce parcialmente en el primer capítulo, simplemente no pude parar de leer; casi todo el primer lo devoré en ese trayecto de mi casa a la universidad. Una narración interesante, envolvente y cautivante. 

Para cuando pasé al texto de Leila Guerreiro, esta reflexión ya era una convicción personal: ¡yo quería escribir periodismo narrativo ¡  Mientras leía, mi mente evocaba la hermosa obra El infinito en un junco de Irene Vallejo, y la manera como esta mujer escribió un ensayo tan hermoso como si estuviese contando una historia tras otra. La literatura que alguna vez ella aprendió en su niñez se veía impregnada en cada sílaba de aquella obra; no era un texto periodístico, o informativo o un cuento siquiera, sino un ensayo con una prosa literaria majestuosa. Con esto me dí cuenta que en mí siempre estuvo ese deseo de combinar la investigación del periodismo con la literatura, con la narrativa, simplemente no sabía que esta pasión indescriptible cada vez que hacía los ensayos del colegio podría hacer parte del periodismo narrativo, textos no listos para ver la luz, pero si encaminados a ella.

Me es imposible decir algo que no sea cuánto he disfrutado leer a estos dos elocuentes autores: el antioqueño Juan José Hoyos y la argentina Leila Guerriero. Después de haberlos leído, me es aún más imposible controlar ese deseo de escribir, de crear, de narrar. El ser periodista no es ser presentador, no es ser ´chismólogo´, no es ser un entrometido, el ser periodista es una responsabilidad, es un reto. La buena narración periodística es un desafío, generar interés continuo y constante en la audiencia actual es inimaginable, pero elevar la prosa periodística a la altura de la literatura, precisa de una pasión que va más allá de los límites de un oficio.

El texto que condensa más de dos décadas de enseñanza de las narrativas periodísticas del escritor y exprofesor universitario Juan José Hoyos. Recientemente fue reeditado por la Editorial Universidad de Antioquia.
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