Por: Gisley Viviana Correa y Wilman Puentes

Estudiantes de Comunicación Social y Periodismo  

“La Guerrilla, como le digo, se aprovecha de las necesidades de la gente del lugar, de estas personas. Y en mi caso, pues me llevaron con falsas…falsas promesas, con mentiras…” relata Hidalí, víctima del reclutamiento armado a los 14 años.

En Colombia el reclutamiento en niñas, niños y adolescentes (NNA) mediante la manipulación psicológica es un problema que ha persistido durante décadas. Según las investigaciones de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, los menores se unen a las filas de grupos armados al no encontrar protección en sus familias ni en las instituciones del Estado. Muchos buscan refugio ante el hambre, el abandono o el maltrato, mientras otros intentan encontrar seguridad, reconocimiento, estatus en una identidad política o acceso a recursos básicos que creen que solo estos grupos pueden ofrecerles.

En la mayoría de los casos estas organizaciones ilegales se aprovechan de los problemas emocionales, sociales, económicos y políticos que enfrentan los NNA en diferentes regiones del país, empujando a los jóvenes inconscientemente a las peligrosas garras de los grupos armados ilegales que acechan constantemente los espacios rurales y urbanos, esperando una oportunidad que les permita cumplir su objetivo: expandir su control operativo en dichas zonas, y, fortalecer sus filas, según las investigaciones realizadas por la Defensoría del Pueblo.

Foto archivo Revista Semana

Estas acciones tomadas por los grupos armados ilegalmente convierte a los jóvenes y niños en “máquinas de guerra”, como lo mencionó el exministro de defensa Diego Molano de manera discriminatoria, palabras que dieron paso a la elaboración de un documento de 22 páginas de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) donde exige al Gobierno de Gustavo Petro reconocer como víctimas a los menores que fueron reclutados durante el conflicto armado sin importar las estrategias usadas, en lugar de usar términos discriminatorios hacia ellos.

“Supuestamente iba a ir a trabajar a una finca en donde haría los trabajos domésticos. De camino a ese lugar me dijeron que yo no iba para ninguna finca y… de inmediato se me dañó la vida. En ese instante me di cuenta que yo iba a ser reclutada, que yo ya había sido reclutada…”, menciona Hidalí.

Falsas promesas

Estudios realizados por UNICEF, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y la Defensoría del Pueblo revelaron las estrategias utilizadas por los grupos criminales para reclutarlos, así como los perfiles de los niños, niñas y adolescentes que corren con la desgracia de ser separados de sus familias. La mayoría de los menores son reclutados, en promedio, entre los 13 y 14 años. Sumado a esto, el 69% vive en zonas rurales, provenientes de familias de bajos recursos y el 89% vivía en zonas donde predomina el conflicto armado.

El contexto familiar, económico, emocional y social juega un papel muy importante al momento de realizar estas técnicas. Los grupos armados suelen atraer a menores a través de promesas de empleo falsas, generalmente en actividades agrícolas o de construcción. Utilizan también tácticas emocionales como el enamoramiento, o recurren a amenazas dirigidas a los familiares de la víctima.

«Las falsas promesas» son una táctica de reclutamiento muy común en estos grupos. Hernando Mesa, padre de Sergio Mesa, un joven de 17 años que fue reclutado mediante engaños en el norte del Cauca y a quien lleva buscando desde hace dos años, relató en una entrevista con Los Informantes: “ellos usan unas estrategias muy bien planeadas; primero los enamoran, luego les dan dinero y los confunden, después les pintan mil maravillas. Les dicen que estando con ellos podrán ayudar a la familia económicamente, que tendrán celulares o camionetas de último modelo. Y como ellos ven todo eso, pues creen, y ya no se vuelve a saber de ellos. Es muy duro que los utilicen para la guerra”. Una vez en el grupo, los jóvenes y niños se dan cuenta de que todo era mentira, pero salir se vuelve casi imposible.

Sergio, al parecer, se fue detrás de una de estas promesas que podría resolver sus vidas y las de su familia. Incluso, alcanzó a llamar a su madre desde donde lo retenían, diciéndole: “Mamá, dígale a mi papá y a mis hermanos que me quiero devolver, pero ya no puedo porque los han amenazado a usted, mamá, a mi papá y a mis hermanos de que los van a matar; yo ya no puedo devolver”. Días después, su madre recibió una última llamada en la que Sergio le decía: “me acaban de castigar. Yo ya no puedo hablar. No sé qué me harán, tengo miedo, mamá”. Fueron sus últimas palabras y desde ese día no se supo más de él.

Casos como el de Sergio son más comunes de lo que parece, jóvenes que buscan salir de la realidad angustiante de sus hogares ven a los grupos armados como una solución a su inestabilidad emocional, económica, social, y es así como caen fácilmente en este tipo de engaños, independientemente de si las personas ven las decisiones de aquellos NNA como “propias” y “consentidas”.

Según Laurence Steinberg, profesor de psicología en la Universidad de Temple, el lóbulo frontal y la corteza prefrontal, que son esenciales para la autorregulación y la toma de decisiones, no se desarrollan completamente sino hasta los 20 años o más. Esto significa que los adolescentes son más propensos a ser impulsivos y manipulables. En este sentido, no existe un reclutamiento verdaderamente voluntario en los niños, niñas y adolescentes. Un menor no está capacitado física ni psicológicamente para tomar decisiones sobre estos temas tan complejos. El hecho de que un niño ingrese ‘voluntariamente’ a un grupo armado no implica que su decisión sea completamente libre, más bien, es el resultado de un proceso de manipulación y engaños. La Corte Constitucional, mediante el Auto 251 del 6 de octubre de 2008, reconoció que, a pesar de que el reclutamiento sea ‘voluntario’, existe cierta obligatoriedad en este.

Alertas tempranas

Un líder de una guardia indígena, quien prefiere mantener el anonimato, menciona que los padres deben estar muy alertas a las señales que se empiezan a emitir una vez los niños y adolescentes se ven como objetivo de estos grupos. «Hay que tener cuidado, empiezan a llegar con plata salida de quién sabe dónde, con cosas nuevas y a veces hasta caras, dicen hasta mentiras pa que uno les crea, dejan de asistir a la escuela, se vuelven más altaneros o más callados, salen mucho o no quieren salir». Todo esto son señales de que pueden ser objetivo especialmente en zonas de violencia como el departamento Meta, Chocó, Putumayo y Cauca, donde se registran los mayores casos, según la información recopilada por la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio del Interior y la UARIV, Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas – Territorios.

El desafío de la reintegración

La reintegración de estos niños a la sociedad, una vez logran salir, resulta ser desafiante. “Ya van más de 20 años que estoy en este proceso y para mí ha sido difícil porque uno no hace lazos emocionales ni sentimentales con nadie. El reclutamiento lo marca a uno para toda la vida, es muy difícil hacer un proceso de dos años y ya estar listo para estar en la población civil y enfrentar la vida. ¡Eso es pura mentira! todavía tengo secuelas vivas y muy presentes en mi diario. Uno queda con muchas secuelas después de salir de un reclutamiento”, mencionó Hidalí.

La niñez representa una de las poblaciones más frágiles y que más protección necesita en cualquier sociedad. Tras más de cincuenta años de conflicto armado, establecer una paz verdadera en Colombia requiere reconocer el reclutamiento de menores como un delito grave que exige atención inmediata. Es crucial que el gobierno implemente medidas para proteger a estos niños, viéndolos como víctimas de una guerra en la que nunca debieron verse involucrados. La lucha contra el reclutamiento de menores no solo debe enfocarse en la desarticulación de los grupos armados, sino también en crear un entorno y una sociedad que les ofrezca a los jóvenes la seguridad, la esperanza y las herramientas necesarias para que puedan llevar una vida digna, formándose para un futuro por el camino de paz.