La película Good Bye, Lenin!, del director alemán Wolfgang Becker, nos pone a reflexionar sobre si el autoritarismo y militarismo del extinto Pacto de Varsovia ha desaparecido o, por el contrario, se ha camuflado dentro del capitalismo neoliberal.

Por: Carlos Arnulfo Rojas Salazar, Editor General

El 9 de noviembre de 1989 una revuelta popular en el sector oriental de Berlín dio inicio al derrumbamiento del muro que había dividido a la ciudad desde 1961. Sin duda este acontecimiento marcó el principio de una nueva era o, de una forma sencilla de entender, del siglo XXI.

La película Good Bye, Lenin!, del director alemán Wolfgang Becker, recrea varios hechos en torno a este acontecimiento, que llevó a la reunificación de Berlín y, con ella, la de los dos estados alemanes surgidos tras la II Guerra Mundial. 

El filme, estrenado hace más de veinte años (2003), hace parte del género de ficción histórica; pues, aunque narra una historia ficticia, está contextualizado en hechos reales que marcaron el final de la Guerra Fría y el inicio de la era del capital global.   

Mural del artista ruso Dmitry Vrubel del Beso entre Leonid Brezhnev y Erich Honecker como símbolo de la Unión entre la URSS y la RDA. Foto: Carlos Rojas (2013)

La película, ambientada desde 1989 hasta 1990, entre la devaluación del viejo marco alemán y la victoria de la Alemania unificada en el Mundial de Fútbol de la FIFA, cuenta la historia de la familia Kerner de Berlín oriental.

De Christiane (interpretada por Katrin Saß), una madre cabeza de familia comprometida con el partido socialista de la República Democrática Alemana, así como con el statu quo establecido en ella desde tiempos de Stalin; de Alex (interpretado por Daniel Brühl), un hijo que anhela las libertades y derechos individuales de Berlín occidental, y por ello se suma a las revueltas contra el régimen socialista de su país; de Ariane (interpretada por Maria Simon), una hija universitaria que debe abandonar sus estudios y encajarse a las nuevas lógicas capitalistas de su país; de Robert (interpretado por Burghart Klaussner), un  padre que, buscando huir del autoritarismo del este, así como mejorar su futuro y el de su familia, cruzó ilegalmente el muro y se internó en la parte occidental de Berlín en 1978; de Paula (interpretada por las hermanas Felicitas y Laureen Hatscher), la bebé hija de Ariane, que no se entera de los cambios que suceden tanto en su cuerpo como en su ciudad natal.

Asimismo, narra la vida de otros personajes que giran en torno a la familia Kerner, como Lara (interpretada por Chulpan Khamatova), una estudiante de enfermería soviética que debe atender a Christiane y mientras tanto se enamora de su hijo Alex; Denis (interpretado por Florian Lucas), instalador de antenas parabólicas, realizador de cine amateur y amigo de Alex; y Rainer (interpretado por Alexander Beyer), pareja de Ariane y ferviente admirador de la llegada del multiculturalismo a la parte este de la ciudad.

La trama de la película inicia con la pérdida de la memoria de Christiane, luego de haber presenciado a su hijo Alex participar en una marcha nocturna en pro de las libertades, celebrada el 7 de octubre de 1989, contra la que cargaba violentamente la policía. A partir de allí, el filme presenta la realidad de forma dual.  

Por una parte, narra los hechos sucedidos en Berlín oriental tras la caída del muro y la incorporación de la socialista República Democrática Alemana a la esfera de la capitalista República Federal Alemana

Restos del Muro de Berlín. Foto: Carlos Rojas (2013)

Los hechos son presentados de forma simbólica y crítica en la narrativa visual, como la llegada del consumismo capitalista a la ciudad, representado en la presencia de la comida chatarra, como Burger King y Coca Cola, y del porno audiovisual; el abandono de las identidades culturales de los berlineses orientales, quienes desechan sus tradicionales formas de alimentación, vestimenta, mobiliario y consumos mediáticos, para adquirir los que llegan de sus hasta entonces vecinos occidentales; el desmesurado culto al capital monetario, representado en la renuncia de los estudios universitarios de Ariane (capital intelectual), para ayudar al sostenimiento de su familia; y finalmente, en la muerte de los héroes patrios, simbolizada en la extracción de los monumentos soviéticos, como la estatua de Lenin, y la caída en desgracia del cosmonauta, Sigmund Jähn, que pasó de ser héroe nacional socialista a taxista capitalista que se rebusca la vida.   

Por otra parte, los hechos también son narrados contrafacticamente en la película, es decir, de una forma distinta a como realmente sucedieron. Para ello, Becker hace uso tanto de Alex como del telediario, que contarán la historia como si la capitalista República Federal Alemana se hubiese incorporado a la esfera de la socialista República Democrática Alemana. Y esto es posible, debido a que Christiane ha tenido un infarto y un coma de ocho meses y, por prescripción médica, no puede tener ningún sobre salto. 

Alex vuelve la habitación de su madre en el último bastión marxista de Berlín, para ello, recupera el mobiliario socialista: almarios, tapetes, cuadros, cama, piano, cortinas, lámparas, libros y vestidos, que había sido abandonado en el trastero comunitario; reempaca productos alimenticios occidentales en frascos y paquetes de la extinta cortina de hierro; contrata a niños para que canten y se hagan pasar como estudiantes pioneros del Instituto Politécnico Werner Seelenbinder, en el que había trabajado su madre; invita a celebrar y a charlar con ella a nostálgicos del antiguo régimen socialista; y su mayor reto, reconstruye el sistema mediático televisivo, para lo cual, contará con la ayuda de su amigo Denis.  

Así, a través de noticias enseña que la Coca Cola es un invento del cooperativismo socialista, copiada ilegalmente por las compañías occidentales; migraciones masivas de berlineses de la parte oeste a la parte este de la ciudad, quienes, huyendo del paro, de la falta de expectativas de futuro y del ascenso de los partidos neonazis, encontraran refugio y un auxilio humanitario de 200 marcos en la patria de campesinos y trabajadores liderada por el camarada Erich Honecker; y la apertura definitiva del Muro de Berlín el 9 de octubre de 1990, en el aniversario número cuarenta y uno de la RDA, por el nuevo secretario del Partido Socialista y jefe de Estado, Sigmund Jähn, quien ordenó dar cabida en la patria socialista a los excapitalistas cansados de una vida vana, guiada por el espíritu egoísta de la competitividad.    

Pero, ¿qué pasaría si el relato contrafactivo se vuelve historia real? La caída del Muro de Berlín ha simbolizado la desaparición del mundo socialista, del Pacto de Varsovia, de Yugoslavia, de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) que, en la Noche Buena de 1991 dejó de existir. 

Durante cerca de 10 años la emergente Rusia, corazón y pulmón del mundo socialista, liderada por Boris Yeltsin, experimentó la llegada del capitalismo salvaje neoliberal, tal cual lo enseñó Wolfgang Becker en Good Bye, Lenin! La venta de empresas estatales a capital privado, la presencia de multinacionales, la competitividad del mercado, la supremacía de los valores y libertades individuales, la desaparición del ideal comunitario y colectivo, de la planeación estatal, y por qué no, del autoritarismo y militarismo que esto conllevaba.  

Este cambio radical supuso la devaluación de los ahorros de las familias rusas; la pobreza de la mayoría de la gente, mientras unos cuantos se enriquecieron con cifras de dinero indecibles; la corrupción rampante; el anhelo de volver a los tiempos del Sóviet.

Esto sin lugar a dudas posibilitó que, a finales de 1999, Vladimir Putin, ex agente de la KGB (agencia de inteligencia soviética), llegara por primera vez a la presidencia de la Federación Rusa, permaneciendo en ella por dos periodos consecutivos hasta el año de 2008. En el 2012, Putin volvió a la presidencia de la federación, de nuevo, por dos periodos consecutivos, los cuales se cumplen este 2024. 

No obstante, el presente fin de semana, comprendido entre el 15 y 17 de marzo de 2024, los ciudadanos de la Federación Rusa volverán a elegir a Putin, por quinta ocasión, como presidente de la súper potencia rusa, sin importar las sanciones económicas que sufren ni la Operación Especial que aquel lleva a cabo en territorio ucraniano desde el 24 de febrero de 2022. De nuevo los rusos dirán ¡Bienvenido, mister Putin!

La Rusia de Putin se parece mucho a la República Democrática Alemana de 1990, la que Alex creó con ayuda de su familia y de su amigo Denis. Esa república socialista en la que siempre quiso estar Christiane y en la que, como ella, añoran vivir millones de personas de todo el mundo.