En el marco del pasado festival Cinexcusa realizado en Neiva en octubre anterior, se realizó un panel con el propósito de poner en discusión el papel que juega la Inteligencia Artificial en la sociedad actual y, especialmente, en el periodismo. Zaida Gutiérrez estuvo allí, junto con otros estudiantes del programa en Comunicación Social de la Usco, y luego escribió este artículo de opinión en el que reflexiona con desparpajo sobre los desafíos que le plantean las Inteligencias Artificiales a la nueva generación de periodistas y comunicadores en formación.

Por: Zaida Gutiérrez, estudiante del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Surcolombiana

Para reflexionar sobre los retos de la Inteligencia Artificial, los invito a comenzar haciendo un rodeo. Pensemos en Tik Tok. Muchas personas lo han criticado por lo adictivo que puede resultar, porque después de ver tantos videos cortos uno ya no tiene suficiente estímulo con una clase universitaria de tres horas, y porque su contenido puede llegar a no ser estrictamente útil. Pero creo que más allá de una plaga que un empresario soltó sobre la pobre humanidad, lo que tenemos es una nueva herramienta que en algún sentido terminó renovando profundamente el modo como nos percibimos, interactuamos y pensamos. Creo que algo poderoso no debe ser sinónimo de algo malo, y definitivamente una gran herramienta, en las manos adecuadas, puede lograr grandes cosas. Y si una clase magistral de tres horas ya no resulta estimulante para mi generación, me parece que tampoco es problema de una app, sino de la sociedad, que ya va dando indicios de necesitar algunos revolcones en sectores tan cuadriculados. 

Panel sobre Intleligencia Artificial y Periodismo, en el marco del Festival de Cine Cinexcusa, 25 de Octubre de 2023. Auditorio Olga Tony Vidales de la Usco en Neiva.

En cualquier caso, siento que con las IA pasa un poco lo mismo. Nos enfrentamos a una herramienta que lo facilita todo. Por fin cada uno de nosotros puede cumplir una especie de sueño, teniendo una asistente que lo sabe todo, es eficiente y nunca se cansa. Pero claro, es un desarrollo distinto, y para eso quiero tocar dos puntos principales. Primero tenemos que hablar de hasta dónde ha llegado la Inteligencia Artificial (IA). No sé si recuerden las marchas que tuvieron lugar en Hollywood hace unos meses. Estas marchas no tenían en la mira solamente las injusticias salariales que han recaído sobre el equipo de producción completo de las películas con el auge de las plataformas de streaming. Sino que gritaban a viva voz la materialización de uno de los miedos más grandes que han surgido luego de este desarrollo: el reemplazo de las funciones humanas con el trabajo barato y eficiente de una Inteligencia Artificial. ¿Acaso se han dado cuenta de que ellas pueden escribir un guion completo, o ingeniar un argumento? Pueden incluso hacer cálculos complejísimos que a un contador le llevaría horas, transcribir (como se habló en el panel de Cinexcusa) una entrevista súper extensa, e incluso proponer ideas gráficas y visuales que se supone formaban parte de nuestro exclusivo mundo creativo y sensorial.

Y sé que puede sonar apocalíptico, y que nos pueden dar muchas ganas de salir a la calle con la ropa rasgada y un tatuaje en el pecho que proclame “APAGUEN LOS ROBOTS”. Pero, aunque pueda sonar irresponsable, o incluso evasivo, siento que nuevamente esta situación de alguna manera debe servirnos para replantear nuestras labores, y pensar un poco sobre hasta qué punto desempeñamos funciones tan básicas que podrían ser fácilmente reemplazables por una IA, y que a los ojos del público general tales funciones fueran perfectamente desechables.

Esto me lleva al otro punto. Siento que nos estamos victimizando un poquito a favor del mínimo esfuerzo. Porque si me lo planteo en el contexto de mi futuro oficio como periodista, probablemente una IA tenga mil veces mejor redacción que yo, y puede escribir crónicas realistas o darme una columna de opinión quizá mucho mejor sustentada que este intento de comentario crítico. No obstante, llorar sobre un banco de resignación sintiendo que me voy a morir de hambre en el futuro, infravalora mis capacidades y es lo menos recursivo en lo que puedo pensar. Porque sí, en este sentido, sería más fácil para mí hacer trabajos impresionantes si apagaran las IA y no tuviera la necesidad de competir contra una máquina mil veces más perfecta que yo, pero sería mucho menos entretenido también.

Debemos entender dos asuntos. Por un lado, si una IA puede transcribir una entrevista a la perfección, y sacar las mejores conclusiones, está en mis manos tener las capacidades suficientes para tomar esa información y convertirla en el producto escrito o audiovisual más bonito, auténtico y empático que sea posible. Y hacia allí va el otro asunto, no solo está el hecho de que un rival tan increíblemente capaz me rete a hacerlo cada vez mejor, sino que también está el hecho de que no somos ni de lejos iguales. Un periodista no observa el mundo como lo observa una IA, pero el mundo tampoco se observa a sí mismo como lo hace la IA. Es como que nuestra vecina es una mamá ejemplar, pero si tuviéramos que decidir entre ella y nuestra cien veces imperfecta madre, la elección sería muy clara. Nos gustan las cosas que sentimos familiares. 

No hay mejor manera de llegar a los sentidos del otro que poniéndose en sus zapatos, y no habría manera de hacerlo de no ser porque en nuestra experiencia esa zuela ha estado bajo nuestros pies, y en nuestras pantallas y en nuestros libros. Tenemos la capacidad de retratar con tal belleza y acierto la realidad a nuestro alrededor porque nosotros mismos la hemos habitado, y nos duele y nos ilusiona de una manera tan particular que puede conectarnos con un ciudadano del otro lado del planeta. Nuestro mundo es imperfecto, y está bien que aparezca del modo en que lo ha hecho un dispositivo que nos haga dar lo mejor de nosotros por no desaparecer en el ritmo cínico y artificial al que en ocasiones nos somete la sociedad. Pero, aunque ese dispositivo tenga una imagen escalofriantemente impoluta, en mis esperanzas más tontas de adolescente con complejo de periodista me cuesta pensar que la sociedad misma pueda dejarse eclipsar por un brillo tan plástico. No sé si han oído que los jóvenes solemos pensar que somos invencibles. Pues yo pienso que la inteligencia de una máquina no podrá jamás equiparar el poder de la sensibilidad humana.

Zaida Gutiérrez Gutiérrez, estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Usco